21.1.13

"No se percataba de inmediato de si él estaba ya allí. Había aprendido que no era importante. De todas formas, no se sentía segura hasta que lo veía -ni tranquila hasta que él la miraba. No habría podido imaginárselo antes, pero precisamente lo más absurdo -que aquel hombre la observara- se había convertido en lo que ella necesitaba, y sin lo cual no se reencontraba a sí misma. Con sorpresa comprendió que se percataba de que estaba desnuda sólo cuando estaba sola, o cuando él no la miraba. En cambio le resultaba natural que él la observara, y entonces se sentía vestida, y cumplida, como un trabajo bien hecho. Con el paso de los días se sorprendió deseando que él se acercara, y a menudo la frustraba ese quedarse suyo apoyado en la pared, reacio a tomar lo que ella habría otorgado sin molestia alguna. Entonces podía suceder que fuera ella la que se acercara, pero no era nada fácil, tendría que ser capaz de evitar cualquier actitud que pareciera una seducción -acababa siendo brusca, en el gesto, e inexacta. Siempre era él quien encontraba una distancia indolora."
"Mientras tanto, iba pensando en la tardía dulzura de él, dándole vueltas en su cabeza, con el placer de observarla desde todos los lados. Lo hacía a la luz de una extraña felicidad que nunca había sentido y que, a la vez, según le pareció, había llevado en su interior durante años, esperándola. Le pareció imposible haber sido capaz de hacer algo distinto, en todos esos años, que no fuera custodiarla y esconderla. De lo que somos capaces, pensó.
Crecer, amar, tener hijos, envejecer -y todo esto mientras también estamos en otro lugar, en el largo tiempo de una respuesta no llegada, o de un gesto no terminado. Cuántos senderos, y a qué paso diferente los remontamos, en lo que parece un único viaje."